sábado, 26 de mayo de 2007

Poder decir ADIÓS...

La tierra, sustento de la existencia. La tierra, eco subterráneo que lleva nuestros pasos en la alegría y el dolor; en la compañía y en la soledad; y en la vida y en la muerte. Hace ochenta y siete años, la tierra te vio nacer y hoy, en el día de tu adiós, abre sus surcos para recibirte en su esplendor.

Los Andes fue la tierra que cobijó y, sin un padre y una madre que te dieron calor y amor, pudiste salir adelante. En esos años de indefensión, una voz te alertó: ¡Corre, José, corre! ¡Te quieren matar! Ese llamado provocó que escaparas y llegaras a una ciudad totalmente desconocida para ti: Santiago, lugar desde donde proyectarías tus sueños y desde donde llegaste a ser el abuelo que, con orgullo, hoy despedimos.

Y es que fuiste un hombre como pocos. Un esposo, padre, un abuelo y bisabuelo que al mirarlo a esos pequeños ojos verdes nos transportaba a cientos de recuerdos, historias y episodios que marcaron esos ochenta y siete años. Historias, que muchas veces, parecían cuentos por lo maravilloso y, otras, lamentables sucesos que narrabas. Pero hoy, no cabe duda de tus palabras.

Sin duda, tu figura permanecerá siempre en nuestras memorias y corazones. Sin duda, que te recordaremos como una leyenda que pasará de nosotros- tus nietos- a nuestros hijos y de ellos a los suyos. Porque la imagen de aquel hombre calvo, panzón, robusto, con su maletín a cuestas, la del viajero, el emprendedor, el deportista, el historiador, el sabio, el carpintero, el líder sindical, el político y el radical, estarán más presentes que nunca.

Quizás, lo más importante de todo, es que no fuiste ni un héroe ni un tipo perfecto, sino que un hombre con tantos defectos como virtudes y es que, justamente, eso es lo que te hace un GRANDE. Sobre todo, cuando veo a mi padre y a mis tíos- tus hijos- y vemos a personas profundamente buenas y eso, en parte, es gracias a ti.

Tata Pepe, ya es momento de que la tierra y tu cuerpo se unan en la eternidad. Ya es tiempo de que tomes de la mano a TU LUCHITA y emprendas el camino que todos, algún día, deberemos tomar.

Leído en el Funeral de mi abuelo

Domingo, 04 de marzo 2007